La violencia, entonces, sigue esta línea: la masculinidad también se juega en la puesta a punto del cuerpo, en el hecho de poder jugar hasta perder lo más valioso: la propia vida. La masculinidad descansa, en este punto, en dos factores: la violencia que supone el ejercicio del poder sobre el otro, y el hecho de que no importa aquello que se ofrece en sacrificio en la medida en que la meta resulta aún más valiosa.
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