Este pequeño poblado se encuentra a orillas del mar de Cortés y fue descubierto por el padre jesuita Juan María de Salvatierra en 1702. Palmas datileras, olivos y árboles frutales como el mango, guayabo, naranjo e higuera permiten a quienes visitan este lugar la posibilidad de saborear deliciosos manjares de clima tropical en el desierto. Cuando pierden a uno de ellos lo entierran como todo un valiente y se emocionan recordando la última pelea de sus gallos preferidos.
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